2024

Ya en el año 2024, decidimos volver a nuestros orígenes, como Galería de arte contemporáneo, con cuatro muestras, ya no exclusivamente de cerámica, de los artistas Julián de la Mota, Natalí Perino, Silvia Giménez y Santiago Flores.


PRELUDIO PARA UN NIÑO SUICIDA

¿Qué quedó en aquel tiempo en que éramos niños uniformados?


¿Cómo se regresa al mundo de la infancia para volver a danzar en un juego de reglas misteriosas?


Probablemente, la práctica de la muerte sea uno de esos caminos.

La obra de Santiago trae algo de eso: jugar al borde de los mundos y los abismos, como un suicida, arriesgándose en la oscuridad, en el mundo de los muertos, la parálisis y la locura.


Santiago Flores


ANIMALIA

Del latín ANIMALIS, ser dotado de aliento, de ánima, o sea, criatura que respira.


Cubierta por el tapiz cultural, social, macroeconómico, como todos y tal cual todos, soy el protozoario único y vital para el gran Todo, así como también soy desechable:

SOY TODO, SOY NADA.


Busco una naturaleza que desconozco, imágenes superpuestas de fotografías ajenas:

Un ideal del salvaje feliz.


Silvia Giménez



UN FUTURO POSIBLE "EN SALE"

Una niña ejemplar, una muñeca de gres blanca y sutiles tonos rosados, mira hacia su casa. De espaldas a nosotros, indica el camino.

Es pequeña, podría ovillarse en la palma de una mano, pero tiene edad suficiente para mostrar por dónde seguir.

Porque esta niña no es cualquiera. Es una concebida en un laboratorio, en una fábrica de bebés diseñados a la medida de los deseos de sus “madres”/”padres”.


En un tiempo de modificaciones genéticas, simulacros virtuales y replicantes, ¿qué ideas de vida, naturaleza y ser humano se esconden detrás de estas intervenciones?, ¿qué consecuencias tendrá la selección genética en las familias y en la sociedad? En un futuro posible “en sale”, la artista se cuestiona ¿bebés de diseño o mercancía? ¿Cuál es el límite ético de la manipulación genética y de la fertilidad asistida? ¿Y el del arte?


Natalí Perino



GLORY HOLES

La mirada no tiene borde. Cuando el ojo se mueve para alcanzar los límites borrosos del margen de visión, la musculatura vuelve a enfocar ese punto evasivo y lo centra.


Los dibujos de Julián de la Mota sí tienen borde. Son resultado de profundas indagaciones que van atesorando preciosismos reflexivos. Así como las excavaciones en las minas a cielo abierto, ceden con el tiempo, colapsan y configuran enormes cráteres llamados glory holes, los dibujos de Julián podrían verse como hoyos de gloria, cuya caída es breve aunque lenta. Nadie saldría herido de muerte si se dejara caer, como Alicia, en esta madriguera de conejos.


Esta alusión al roedor de subterfugios para el acto venéreo, direcciona también a pensar en la segunda acepción de glory holes en relación a la miniatura artística. Sólo que sus bordes no son burdos, ni agujeros para complacencias urgentes. No hay nada punk en ellos. Contenidos en un marco cautivante que atrae al ojo despierto a la fantasía, al ojo que desea con apetito ex-céntrico, esta abertura elegante es tan rica en exuberancias como la centralidad misma de las obras. El marco recargado en excesos de la imaginación, es muchas veces donde se juega precisamente la clave de la obra. Cuando se pasa a través de ellos, su fino calibre estriado modela al ojo como un disparo en cámara lenta. La mirada es transfigurada por ese desplazamiento helicoidal, como los astros, como la danza de los amantes que se unen. El ojo se lleva la marca, pupila trazada de telas, de objetos ensoñados, de cuerpos estilizados por el gozo. Cada obra se revela como un nuevo fetiche para un acto devocional.


El sueño tiene bordes en la vigilia. Entonces, se oculta detrás del funcionamiento del cuerpo y del lenguaje. Pero Julián es un marginal con la sabiduría de quien vive agazapado lejos del reflector que engaña a los incautos. Es un fauno que no celebra la hora de la siesta, sino que acecha la imagen del sueño en el sol de la tarde. Desde allí trae en sus redes preciosas piezas de caza arrebatadas a fértiles frondosidades. Su mano extralimita lo visible para la urbe contemporánea. Y esta relación gozosa es fructífera. El onanismo estéril no tiene lugar aquí. Algo nace siempre de ellas. Y este Renacimiento constante es en la obra de De la Mota el útero al cual se tributan las células pulsionales de Eros con minucioso cuidado: el arte del buen amante. Re-erotizar la percepción es una tarea digna de titanes. Mirando a través de estas trompas de falopio, rebosantes de ojos-óvulos, se puede viajar hacia un útero del que eclosionan criaturas de barroca pulsión de vida.

En una realidad plagada de imágenes vacías de cuerpo, la genitalia se disloca hacia el ojo. Introducirlo en estos gloriosos territorios en miniatura es una experiencia estimulante y absolutamente placentera.


Julián de la Mota



Para visitas es necesario coordinar cita al 11 3543-0666 con Alejandra Perotti, directora de la galería.


Gracias a quienes nos acompañan desde los comienzos y a quienes se fueron sumando en el camino.❤


Mi carrito